Luego de ser destacados ejecutivos, un grupo de hermanos han construido varias empresas y trabajan en equipo en Cali.
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Rodrigo, Felipe, Jaime y María Mercedes Otoya. |
Quien logra crear empresa exitosa a una edad adulta merece admiración. Pero toda una familia comprometida en este propósito es un ejemplo sorprendente. Es la historia de los Otoya en Cali, 6 hombres y 5 mujeres que, además de compartir su vivienda en un mismo edificio, están unidos por la pasión de crear empresas; 4 de ellos lo hicieron luego de los 40.
Rodrigo Otoya, uno de los mayores, creció como un alto ejecutivo en compañías como la Corporación Financiera del Valle e, incluso, llegó a ser vicepresidente ejecutivo de la Organización Lloreda. A los 42 años decidió independizarse y, junto con su hermano Jaime Otoya, de 46 años, y Carlos Ernesto Lora, montó Giros y Finanzas, que inició operaciones en 1996 como agente de Western Union en Colombia. Lo que comenzó como una oficina de 6 personas hoy es una organización de más de 110 oficinas en 25 ciudades con más de 400 empleados. En estos años logró captar el 15% del mercado del rentable negocio de las remesas. En 2000 se convirtió en compañía de financiamiento comercial, se alió con la peruana Orión y hoy tiene una cartera de $25.000 millones. "Una particularidad de los Otoya es que no nos gusta ser mayoritarios y siempre estamos buscando socios", explica Rodrigo.
En 1997, Felipe Otoya tuvo que afrontar el mismo desafío que sus hermanos. Luego de trabajar por más de 17 años en Conciviles, decidió retirarse. Junto a su socio Rafael Madriñán, fundó Forsa Formaletas para producir formaletas en aluminio, una solución industrializada para proyectos masivos de construcción. "La empresa se pensó para atender al mercado nacional, pero la crisis nos golpeó muy duro y tuvimos que salir a buscar mercados en todo el mundo". Así, el ingeniero Felipe aprovechó la Ley Páez, relocalizó su empresa y la proyectó internacionalmente. La primera venta se hizo a Guatemala, pero pronto siguieron México, su principal consumidor, Nigeria, Marruecos, Brasil y diez países más. Este año proyecta exportar el 96% de su producción y -al igual que Giros y Finanzas- la empresa pasó de un pequeño taller a más de 260 personas y ventas superiores a $27.000 millones. "Yo vivo la empresa todos los días. Es un gran orgullo dar empleo a tanta gente de la zona", dice Felipe.
Bajo este modelo de crecer aliádose con allegados, los Otoya han crecido en los últimos años. Entre otros proyectos participan en la empresa Celco, que hace tableros metálicos y de la cual se responsabilizó su hermana, María Mercedes Otoya. También en Modukit, que fabrica muebles; en Kilimanjaro, una de las avícolas más grandes del Valle, y en la distribuidora El Litoral, que vende combustibles en Tumaco, la única en que participan todos. Fernando y Pablo, contrario a sus hermanos mayores, empezaron muy temprano al fundar Sistemas de Gestión Empresarial, una casa de software. Para recompensar estos logros, los hermanos Otoya crearon la fundación Jera, que significa estación fértil en noruego, en la que apoyan colegios y escuelas en Siloé que beneficia a más de 1.500 niños.
Rodrigo Otoya, uno de los mayores, creció como un alto ejecutivo en compañías como la Corporación Financiera del Valle e, incluso, llegó a ser vicepresidente ejecutivo de la Organización Lloreda. A los 42 años decidió independizarse y, junto con su hermano Jaime Otoya, de 46 años, y Carlos Ernesto Lora, montó Giros y Finanzas, que inició operaciones en 1996 como agente de Western Union en Colombia. Lo que comenzó como una oficina de 6 personas hoy es una organización de más de 110 oficinas en 25 ciudades con más de 400 empleados. En estos años logró captar el 15% del mercado del rentable negocio de las remesas. En 2000 se convirtió en compañía de financiamiento comercial, se alió con la peruana Orión y hoy tiene una cartera de $25.000 millones. "Una particularidad de los Otoya es que no nos gusta ser mayoritarios y siempre estamos buscando socios", explica Rodrigo.
En 1997, Felipe Otoya tuvo que afrontar el mismo desafío que sus hermanos. Luego de trabajar por más de 17 años en Conciviles, decidió retirarse. Junto a su socio Rafael Madriñán, fundó Forsa Formaletas para producir formaletas en aluminio, una solución industrializada para proyectos masivos de construcción. "La empresa se pensó para atender al mercado nacional, pero la crisis nos golpeó muy duro y tuvimos que salir a buscar mercados en todo el mundo". Así, el ingeniero Felipe aprovechó la Ley Páez, relocalizó su empresa y la proyectó internacionalmente. La primera venta se hizo a Guatemala, pero pronto siguieron México, su principal consumidor, Nigeria, Marruecos, Brasil y diez países más. Este año proyecta exportar el 96% de su producción y -al igual que Giros y Finanzas- la empresa pasó de un pequeño taller a más de 260 personas y ventas superiores a $27.000 millones. "Yo vivo la empresa todos los días. Es un gran orgullo dar empleo a tanta gente de la zona", dice Felipe.
Bajo este modelo de crecer aliádose con allegados, los Otoya han crecido en los últimos años. Entre otros proyectos participan en la empresa Celco, que hace tableros metálicos y de la cual se responsabilizó su hermana, María Mercedes Otoya. También en Modukit, que fabrica muebles; en Kilimanjaro, una de las avícolas más grandes del Valle, y en la distribuidora El Litoral, que vende combustibles en Tumaco, la única en que participan todos. Fernando y Pablo, contrario a sus hermanos mayores, empezaron muy temprano al fundar Sistemas de Gestión Empresarial, una casa de software. Para recompensar estos logros, los hermanos Otoya crearon la fundación Jera, que significa estación fértil en noruego, en la que apoyan colegios y escuelas en Siloé que beneficia a más de 1.500 niños.
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